Artículo publicado en El Periódico de Catalunya el 11 de febrero de 1997
LA
BESTIA Y LA RAMERA
Manuel Delgado
A lo largo de más de dos mil años, la humanidad ha conocido numerosas
convulsiones asociadas a las expectativas de cumplimiento de una profecía.
Este tipo de movimientos sociales milenaristas, profetistas, apocalípticos,
escatológicos, mesiánicos, etc. han tenido siempre como detonante la aparición
de individuos carismáticos, consagrados a clamar contra los males que padecía
la sociedad, interpretar como premonitorios ciertos signos y anunciar el
advenimiento inminente de un redentor. Este estaría llamado a limpiar las
impurezas del mundo, restablecer el orden que los injustos habían alterado y
castigar a los pecadores, inaugurando así una nueva era de felicidad y
justicia.
Lo que la sociedad española ha conocido en los últimos tres años es un
fenómeno parecido. Un sector de la prensa de Madrid se ha dedicado todo ese
tiempo a exhortar la necesidad urgente de acabar con el cuadro de ruina social
y de falta de higiene moral que ella misma se había encargado de denunciar. La
labor de estos predicadores mediáticos ha consistido en dibujar un paisaje
apocalíptico, en que seres intrínsecamente malvados habían impuesto una
abominable tiranía toda ella hecha de injusticias, crímenes y corrupción. En
el imaginario cristiano, esta puesta en escena de la actualidad periodística
homologaría automáticamente a Felipe González y al PSOE con la Bestia y la
Ramera a la que alude el Apocalipsis de San Juan.
El objetivo de estos profetas los Pablo Sebastián, Pedro J., Ussía,
Jiménez Losantos, Ansón, etc. ha sido claro: crear en el país un clima
asfixiante de ansiedad colectiva, consecuencia de lo que se presentaba como un
país emponzoñado, en que nada funcionaba y donde todo había quedado a merced
de la deshonestidad, el terrorismo, el paro, la miseria, etc. Esa dictadura
del Mal sólo podía ser derrotada por la intervención providencial de un
Salvador, cuya venida aliviaría la angustia social que sus propios anunciadores
se habían encargado de suscitar.
La evidencia llevaría a la siguiente conclusión: estos profetas habrían
sido instrumentos al servicio del Partido Popular, comisionados por éste para
provocar un ambiente de cataclismo social, político y económico, capaz de
traducirse en la opinión pública en una exigencia de claridad y certeza, así
como de un cambio que sanase la infección moral que afectaba al tejido
social e impusiese la rectitud y la honradez en el gobierno de España. Ese
cambio debería estar dirigido por un personaje como Aznar, que arrancaba con
escasas cualidades mesiánicas, pero en el que episodios como el de su frustrado
intento de asesinato habían conseguido instalar una cierta baraka o virtud
carismática.
Pero, ¿y si no fuera así? ¿Y si el Esperado no fuera realmente Aznar? ¿Y si
la gran batalla contra el Anticristo no fuera la del próximo dia 3, sino más
adelante, una vez quedase claro que el líder del PP no encabeza catarsis alguna,
y ni castiga a los pérfidos ni nos libera del todo de los males que se supone
que nos afligen? Podemos suponer que es el Partido Popular quien ha controlado
a los propagandistas del desastre que claman en ciertas emisoras o desde las
páginas del ABC o El Mundo. Pero, ¿y si fuera al revés? ¿Quién nos asegura
que no es el PP quién ha acabado convirtiéndose en rehén y marioneta de sus
aparentes proclamadores?
Podría pasar que, una vez el PP instalado en el poder, los profetas mass-media,
fingiéndose decepcionados por un fracaso de sobras anunciado, decidiesen no
dejar de vociferar ante una catástrofe que sólo ellos se consideran de veras
legitimados a corregir. Entonces, a buen seguro que elevarían de nuevo sus
voces terribles para reclamar más purificación, más castigo, más redención,
porque ni el PSOE era la Ramera, ni Felipe González la Bestia, ni Aznar el
Elegido. Desde sus columnas, bramando en sus tertulias, le dirían al pueblo:
"¡Mirad más lejos, mirad más alto. Allí vereís a los verdaderos culpables
de vuestra desgracia. Acabad con ellos y devolvereís a España al recto camino
que nunca debió abandonar!"