Prólogo para el cómic "@Iaioflautas", de Andrea Lucio (DeBarris, 2013)
MEMORIA EN MOVIMIENTO
Manuel Delgado
Bertolt Brecht pronunció un día estas
palabras: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros
que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y
son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida; esos son los
imprescindibles.” Es cierto. Hay personas para las que la
implicación en los combates sociales de su tiempo se extiende a lo
largo de toda su existencia. Empieza en algún momento de su
adolescencia, en el que descubren que hay cosas insoportables que
pasan y a las que deciden plantar cara, convencidos que llegan a
estar que todo puede ser siempre de otro modo como consecuencia de la
acción y la voluntad humanas. Ese primer momento de indignación a
muchos se les pasa, lo dejan atrás, lo olvidan o hacen como si nunca
hubiera existido. Se dice de estas personas –y ellas suelen
creérselo– que “maduran”, cuando lo que ha ocurrido es
simplemente que se han vuelto serviles y dóciles. En cambio, otros
seres humanos no pueden dejar de detestar la injusticia y emplean
todo su cuerpo y toda su alma en denunciarla. De algún modo han
entendido que merece usar dignamente lo que de nuevo Brecht llamaba
“el tiempo que nos fue concedido en la tierra” y que ese vivir
dignamente sólo lo es luchando contra lo inaceptable de la realidad.
Los y las iaioflautas son un ejemplo de
ello. Son hombres y mujeres la mayoría de los cuales lucharon contra
el franquismo, pero no sólo para restaurar la democracia formal,
sino para derruir el sistema social y económico que defendía la
dictadura y que está claro que no murió con ella. En efecto, el
orden de mundo que el fascismo había protegido y de cuyo desarrollo
fue garante, no abandonó su ambición depredadora y encontró nuevos
lacayos que le sirviesen, aunque fuera ahora bajo la presunta
legitimidad que le otorgaban los votos. El capitalismo siguió
haciendo estragos, que fueron aumentando en daño y descaro cuando se
vio libre de amenazas y decidió ponerse en crisis para desbaratar
las conquistas que nuestras luchas y sus miedos habían propiciado.
En su forma actual como dictadura de los mercados financieros, un
capitalismo que ya ni siquiera se toma la molestia de producir nada
ha puesto a su servicio a los gobiernos para que empiecen a desguazar
lo que llegó a ser un sistema concebido para asegurar un mínimo
bienestar para todos, al tiempo que agudizaban el acoso contra
quienes se atreviesen a oponerse a una dinámica en marcha de
extensión de la miseria a amplios sectores de la población.
Ante la evidencia de que el sistema de
mundo que habían odiado tanto y contra el que habían luchado
continuaba ahí, haciendo de las suyas, estos hombres y mujeres hacen
acto de presencia en la arena de las luchas sociales en tanto que iaioflautas. Con ello vindican para sí una variante del nombre que
se suele aplicar despectivamente a los jóvenes que nutren los nuevos
movimientos sociales –“perroflautas”–, a los que los medios
oficiales –todos– denominan también “antisistema”. Los iaioflautas se proclaman y reclaman de este modo como jóvenes
antisistema, atraen hacía sí las acusaciones de que estos muchachos
y muchachas suelen ser víctimas, se corresponsabilizan con ellos y
ellas de su compromiso anticapitalista y se colocan a su lado en la
primera línea del desenmascaramiento de esa farsa que llama “crisis”
a lo que, como se grita en las calles, no es más que una estafa.
Este nuevo frente abierto por los
movimientos sociales lo protagonizan, en efecto, jóvenes antisistema
que ya están jubilados y que parece claro que, a pesar de su edad,
se han negado a “madurar”, es decir a rendirse. Han desarrollado
un astuto método de acción política pública consistente en
irrumpir e interrumpir. Irrumpen en lugares estratégicos del
sistema político y económico que sufrimos y lo señalan con el
dedo; lo hacen aprovechando que su aspecto –su “estética”–
no es el que los tópicos asignan a la juventud crítica. Su disfraz
de viejos les permite sembrar rápidamente la confusión y explotar
al máximo el factor sorpresa en sus actuaciones. E interrumpen
el normal funcionamiento de las instituciones de las que depende la
buena marcha de los negocios capitalistas –sedes gubernamentales,
entidades bancarias, instancias empresariales o bursátiles…–,
con lo que vienen a advertirnos de su extrema vulnerabilidad, de lo
fácil que es entorpecer su actividad y provocar cortocircuitos en su
mecánica. Muchas de estas personas que irrumpen e interrumpen
lucharon contra el fascismo franquista y no pocas conocieron la
tortura y la cárcel. La represión policial es algo que conocen bien
y no la temen. Y eso desconcierta y asusta a los servidores del
orden… capitalista.
Se habla mucho últimamente de “memoria
histórica”, sin pensar que haciéndolo, se suscita una
contradicción irresoluble. Ese concepto vindica un pasado que pasado
está; lo fija a un antes del que no se debe mover. A esa memoria
declarada “histórica” se le asigna una hermosa tumba en forma de
monumento y se le rinden grandes honores, pero a condición de
declararla muerta y enterrada. La memoria histórica es memoria
desactivada, memoria a la que se ha desposeído de toda vigencia, es
decir de cualquier capacidad cuestionadora. Las y los iaioflautas
encarnan una memoria completamente distinta; una memoria que no es
“histórica”, es decir memoria que consiste en "tener presente" un pasado, haciendo que ese pasado no esté antes sino ahora. Así, ellas y
ellos no son memoria histórica, sino memoria viva, memoria activa y
activista, memoria agitada y manos a la obra. Memoria en movimiento.
Memoria antigua para la que cada una de cuyas acciones constituye un
nuevo nacimiento.