dilluns, 13 de febrer del 2017

Memoria en movimiento




Prólogo para el cómic "@Iaioflautas", de Andrea Lucio (DeBarris, 2013)

MEMORIA EN MOVIMIENTO
Manuel Delgado


Bertolt Brecht pronunció un día estas palabras: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida; esos son los imprescindibles.” Es cierto. Hay personas para las que la implicación en los combates sociales de su tiempo se extiende a lo largo de toda su existencia. Empieza en algún momento de su adolescencia, en el que descubren que hay cosas insoportables que pasan y a las que deciden plantar cara, convencidos que llegan a estar que todo puede ser siempre de otro modo como consecuencia de la acción y la voluntad humanas. Ese primer momento de indignación a muchos se les pasa, lo dejan atrás, lo olvidan o hacen como si nunca hubiera existido. Se dice de estas personas –y ellas suelen creérselo– que “maduran”, cuando lo que ha ocurrido es simplemente que se han vuelto serviles y dóciles. En cambio, otros seres humanos no pueden dejar de detestar la injusticia y emplean todo su cuerpo y toda su alma en denunciarla. De algún modo han entendido que merece usar dignamente lo que de nuevo Brecht llamaba “el tiempo que nos fue concedido en la tierra” y que ese vivir dignamente sólo lo es luchando contra lo inaceptable de la realidad.

Los y las iaioflautas son un ejemplo de ello. Son hombres y mujeres la mayoría de los cuales lucharon contra el franquismo, pero no sólo para restaurar la democracia formal, sino para derruir el sistema social y económico que defendía la dictadura y que está claro que no murió con ella. En efecto, el orden de mundo que el fascismo había protegido y de cuyo desarrollo fue garante, no abandonó su ambición depredadora y encontró nuevos lacayos que le sirviesen, aunque fuera ahora bajo la presunta legitimidad que le otorgaban los votos. El capitalismo siguió haciendo estragos, que fueron aumentando en daño y descaro cuando se vio libre de amenazas y decidió ponerse en crisis para desbaratar las conquistas que nuestras luchas y sus miedos habían propiciado. En su forma actual como dictadura de los mercados financieros, un capitalismo que ya ni siquiera se toma la molestia de producir nada ha puesto a su servicio a los gobiernos para que empiecen a desguazar lo que llegó a ser un sistema concebido para asegurar un mínimo bienestar para todos, al tiempo que agudizaban el acoso contra quienes se atreviesen a oponerse a una dinámica en marcha de extensión de la miseria a amplios sectores de la población.

Ante la evidencia de que el sistema de mundo que habían odiado tanto y contra el que habían luchado continuaba ahí, haciendo de las suyas, estos hombres y mujeres hacen acto de presencia en la arena de las luchas sociales en tanto que iaioflautas. Con ello vindican para sí una variante del nombre que se suele aplicar despectivamente a los jóvenes que nutren los nuevos movimientos sociales –“perroflautas”–, a los que los medios oficiales –todos– denominan también “antisistema”. Los iaioflautas se proclaman y reclaman de este modo como jóvenes antisistema, atraen hacía sí las acusaciones de que estos muchachos y muchachas suelen ser víctimas, se corresponsabilizan con ellos y ellas de su compromiso anticapitalista y se colocan a su lado en la primera línea del desenmascaramiento de esa farsa que llama “crisis” a lo que, como se grita en las calles, no es más que una estafa.

Este nuevo frente abierto por los movimientos sociales lo protagonizan, en efecto, jóvenes antisistema que ya están jubilados y que parece claro que, a pesar de su edad, se han negado a “madurar”, es decir a rendirse. Han desarrollado un astuto método de acción política pública consistente en irrumpir e interrumpir. Irrumpen en lugares estratégicos del sistema político y económico que sufrimos y lo señalan con el dedo; lo hacen aprovechando que su aspecto –su “estética”– no es el que los tópicos asignan a la juventud crítica. Su disfraz de viejos les permite sembrar rápidamente la confusión y explotar al máximo el factor sorpresa en sus actuaciones. E interrumpen el normal funcionamiento de las instituciones de las que depende la buena marcha de los negocios capitalistas –sedes gubernamentales, entidades bancarias, instancias empresariales o bursátiles…–, con lo que vienen a advertirnos de su extrema vulnerabilidad, de lo fácil que es entorpecer su actividad y provocar cortocircuitos en su mecánica. Muchas de estas personas que irrumpen e interrumpen lucharon contra el fascismo franquista y no pocas conocieron la tortura y la cárcel. La represión policial es algo que conocen bien y no la temen. Y eso desconcierta y asusta a los servidores del orden… capitalista.

Se habla mucho últimamente de “memoria histórica”, sin pensar que haciéndolo, se suscita una contradicción irresoluble. Ese concepto vindica un pasado que pasado está; lo fija a un antes del que no se debe mover. A esa memoria declarada “histórica” se le asigna una hermosa tumba en forma de monumento y se le rinden grandes honores, pero a condición de declararla muerta y enterrada. La memoria histórica es memoria desactivada, memoria a la que se ha desposeído de toda vigencia, es decir de cualquier capacidad cuestionadora. Las y los iaioflautas encarnan una memoria completamente distinta; una memoria que no es “histórica”, es decir memoria que consiste en "tener presente" un pasado, haciendo que ese pasado no esté antes sino ahora. Así, ellas y ellos no son memoria histórica, sino memoria viva, memoria activa y activista, memoria agitada y manos a la obra. Memoria en movimiento. Memoria antigua para la que cada una de cuyas acciones constituye un nuevo nacimiento.





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