La foto es de Laura Guerrero para La Vanguardia |
Comentario para Laura López, doctoranda.
ESTÁS LLAMADA A SER UNA DIRIGENTE
Manuel Delgado
Ciertamente se desprenden varias lecciones del éxito de la ILP de ayer. Una de ellas es sin duda que el mérito le corresponde en buena medida a gente que no ahora, sino hace muchos años que está luchando por el derecho a una vivienda digna. Mucho antes de que esta vindicación de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca prendiera en una mayoría de la población y se convirtiera en un clamor, durante muchos años, hubo personas que estuvieron jugándose el tipo y la libertad por esa causa que ayer conocía un triunfo importante. Esa avanzadilla de la lucha contra la especulación inmobiliaria la constituyeron hace años individuos y colectivos que tuvieron que padecer acosos, violencias y detenciones, gente de movimientos sociales –entre ellos el okupa– que sufrieron la etiqueta de “violentos” y “antisistema”. Ahora no sólo se le da la razón, sino que consiguen que muchos, casi todos, se pongan de su lado y les den la razón. Vaya pues un saludo de homenaje y reconocimiento a quienes supieron asumir en solitario y bajo hostigamiento largos años de un combate que ahora conoce sus frutos. Porque esa es una moraleja importante que hoy hay que extraer: realmente mereció la pena luchar.
Por cierto. Un saludo a Enric Duran, prófugo desde ayer de
la injusticia. Me hizo gracia vernos aparecer juntos en unas imágenes de TV3 de
su reaparición en escena en un acto en la UB. Y, por cierto también, que
curiosas las imágenes, también de ayer, de los diputados de Izquierda Plural
que ayer aplaudían con entusiasmo en el parlamento a la gente de la PAH que
asistía al espectáculo de su propia victoria. Me pareció reconocer a algunos que hace cuatro
días les llamaban también “violentos” y “antisistema” y les enviaban a los
mossos para que les aporrearan. ¡Cuántas cosas tendrán que hacer los/las de Iniciativa/EUiA
para que les perdonemos! Es difícil olvidar los años en que fueron cómplices
directos del saqueo y la destrucción de Barcelona a manos de la violencia
inmobiliaria y la especulación urbanística. Es difícil olvidar la brutal
represión con que los gobiernos del tripartito -con IC en Interior- se ensañaron con quienes ahora tanto aplauden. ¿Te acuerdas, ST? Las vueltas que da la vida,
¿verdad?
Todo esto tiene que ver con Ada Colau y lo que apuntabas en
tu comentario de hace unos días. Hay que recordarle a quien corresponda que esa mujer no es un fruto
del fru-fru de la actualidad mediática. Ada no sale de la nada, y perdón por el
pareado. Hace mucho que ella a quienes representa –le guste o no– están ahí, dale que le pego, diciendo bajo palos y menosprecio lo mismo que
ahora todos acuden a elogiar. La recuerdo sentada una noche con más gente a la
puerta de Miles de Viviendas, esa institución del movimiento okupa que cambiaba
de sede a cada desalojo y que en aquellos finales de junio de 2006 estaba en la
Barceloneta. Luego los orcos d’esquadra que mandaba Saura los echaron también de allí, pero
aquella noche de verano estaban celebrando con una pequeña fiesta a la fresca la
puesta en libertad de los miembros del colectivo que habían sido detenidos por
una protesta contra el CIES de la Zona
Franca.
No era la primera vez que nos encontrábamos. Siempre
coincidíamos en alguna que otra historia de estas. De hecho vivimos algunas
aventuras juntos de las que guardo un hermoso recuerdo, aunque acabaran conmigo
en comisaría alguna vez. Era la época en que Ada estaba en V de Vivienda, un movimiento
que en la segunda mitad de la pasada década logró movilizaciones importantes,
incluyendo manifestaciones de miles de jóvenes y protoacampadas en Plaça Catalunya. Recuerdo que me invitó a
presentar el libro que habían hecho los de V denunciando la burbuja inmobiliaria y anunciando lo que pronto iba a ser su estallido, cuyas consecuencias estamos conociendo ahora. Era mayo del 2006 y el libro se titulaba El cielo está enladrillado y fue una prueba más de la generosidad de José Luis Ponce al frente de la Editorial Bellaterra, que se lo publicó gratis. Hubo más
ocasiones. Estuvimos juntos en una acto de la CUP presentando una campaña sobre vivienda y urbanismo en la Rambla del Raval en octubre de 2010. Le agradezco particulamente que aceptara la invitación que le hicimos desde la Associació d'Expresos polítics para que interviniera como expresión de los movimientos sociales en el acto de homenaje a los procesados por el TOP en marzo de 2011. Por cierto, tengo colgada en el blog su intervención completa.
Pero si cuento todo esto no es sólo por la pequeña vanidad
personal que supone reclamarme como amigo de Ada, sino por algo mucho más
serio, que es porque de alguna manera todo ese proceso ha acabado forjando en
ella lo que, le guste a ella o no, es: una líder, y una líder carismática,
legitimada por una autoridad que le han concedido los dioses y las diosas de las
calles y los combates, que es de quienes una líder revolucionaria recibe su gracia.
Lo planteo, como se ve, reconociendo la naturaleza misma del concepto de
carisma como aquel don que se recibe desde una instancia percibida como de
alguna manera sobrehumana que inviste a quien lo recibe como digno no sólo de
mandar, sino de ser obedecido. Supongo que se estará viendo que me remito a la
tipificación que Max Weber hacer la autoridad carismática. Autoridad como algo distinto del poder: el poder consiste en
ordenar; la autoridad es algo distinto: es la probabilidad de obtener
obediencia voluntaria. Y carismática,
puesto que procede no de un autorización funcionarial o administrativa –como la autoridad
burocrática–, ni tampoco de la tradición, sino de la posesión de una virtud especial
e irrevocable percibida como procediendo de la personalidad misma de quien la detenta,
bendecida por y desde alguna esfera inefable cuya naturaleza no es propiamente
natural y que confiere a quien la recibe una humanidad superior a la del resto
de mortales.
Ahora bien, ¿de dónde procede en realidad esa autoridad que
un efecto óptico hace creer originada en
lo hondo y de algún modo de arriba? La respuesta debe ser clara: esa
fuerza de aspecto sobrehumano y sobrenatural es en realidad una fuerza profunda
y radicalmente social; procede, arranca, surge, empuja desde abajo. Nace no del
cielo, sino del suelo. Es de ahí donde clave sus raíces y de donde obtiene la
fuerza que irradia y atrae. Expresa sintéticamente y encarnándose en quien se
presta a ello energías, sentimientos, ideas, anhelos, intereses que son siempre
colectivos, que estaban ahí, latentes, dispersos, sin forma, esperando la
aparición de alguien en condiciones de dejarse poseer y guiar por ese colectivo
humano que de pronto se ve cegado por la luz que parece originada en el o la
líder, pero que es surge de ese colectivo y que encuentra en él o en ella algo
así como un espejo que devuelve el destello que recibe. En una palabra: si el
líder o la líder se hacen obedecer es porque son ellos quienes en realidad
obedecen, que atienden en la voz del o de la líder una palabra que les dice.
Esto es importante por cuanto advierte de lo poco serías que
resultan las jaculatorias contra los liderazgos y la tonta manía de proclamar
que no se quieren o no se aceptan líderes. Está claro que en cualquier
efervescencia colectiva que implique la voluntad de modificar o simplemente
impugnar unas determinadas condiciones dadas del presente, hay líderes. En
estos casos, la localización de personas que se presten a jugar ese papel de
encarnación y de síntesis de lo colectivo es inevitable y automática. Así, por
ejemplo, en los movimientos de indignados cualquiera estaba en condiciones de
reconocer a los o las líderes, incluyendo a la policía siempre presta a
detectar lo que en su lenguaje llamaría los o las “cabecillas”. En ese sentido,
es posible que en el 15M nadie creyera en líderes, pero haberlos los había.
Digámoslo claro. Ada Colau no puede elegir si se convierte
en líder o no. Que lo sea o no no depende de su voluntad, sino de la nuestra. Además
no se da cuenta cómo su empeño en negarse en a ser una líder y en ir diciendo
que “no representa a nadie” empeora las cosas para ella –lo creo firmemente–
que sin duda es sincera en su modestia. No parece darse cuenta de que sus
escrúpulos son la prueba de que ella es realmente quien niega ser. Lo siento,
pero su papel me recuerda cada vez más al del protagonista de “La vida de
Brian”, la famosa película de los Monthy Pyton. “Solo el verdadero Mesías niega
su divinidad”, proclama uno de sus seguidores, que reconoce en Brian quien niega
ser. A su vez, Brian acaba convencido de la inutilidad de su resistencia,
puesto que no puede liberarse de aquellos que le siguen y de la convicción que
comparten que él es el Esperado. Pues el caso de Ada es idéntico. Alguien
debería convencerla que ya puede decir lo que quiera: ella es una líder no
porque ella lo haya decidido así, sino porque lo hemos decidido nosotros, sus
seguidores.
He dicho seguidores, pero hay que repetir que si la seguimos
es porque ella nos sigue, porque nos ordena hacer lo que queremos hacer. Por
eso es una líder carismática, que no tiene que ver nada con la verticalidad que
aparenta, puesto que en realidad su cualidad es la de alguien cuya personalidad
responde a impulsos que no proceden sino de esa horizontalidad que ella misma
resume.
Por descontado que la historia de los movimientos revolucionarios
está repleto de personalidades como Ada Colau. Siempre y en todos sitios, las
revueltas contra el invasor o el opresor han sido encabezadas por un hombre o
una mujer que de pronto venían a reunir y proyectar la energía colectiva. Ellos
y ellas han sido por eso reconocidos por líderes por sociedades o segmentos
sociales en lucha que se reconocían en ella o en él lo que, según el contexto
cultural, podía ser un profeta, un enviado de los dioses o los antepasados o
una encarnación de la Razón histórica: el Mahdi, Gandhi, Savoranola, Lenin,
Durruti, Juana de Arco, la Pasionaria, Abd el Krim, el Che… Una circunstancias
históricas, un malestar colectivo, un ansia de liberación…, y tarde o temprano
el Elegido o el Esperado son reconocidos y nombrados entre la multitud como
aquel o aquella que debe guiarnos, puesto que es él o ella quien nos venía
siguiendo.
En otras épocas que tu y yo recordamos, ST, lo teníamos más
claro y no nos andábamos con tantas complicaciones. La labor de agitación y
propaganda que el activista político asumía era justamente esa. Éramos
leninistas y entendíamos la necesidad técnica de líderes que se pusieran al
frente de las movilizaciones de masas. Nuestro objetivo era dar consignas que
la gente pudiera hacer propias y seguir. Pero, atención, teníamos claro que
esas consignas no podían ser las de la organización o del partido. Si las
consignas conseguían su efecto movilizador era porque habían sido la
consecuencia de la labor de masas, es decir de estar ahí escuchando y viendo lo
que la gente en las aulas, en los barrios o en las fábricas decía y hacía y
analizando luego esas necesidades y esos estados de opinión para sintetizarlos luego
en iniciativas y lemas. Una frase del Libro Rojo de Mao resumía a la perfección
esa premisa: “Partir de las masas, para volver a las masas”. Es decir, trabajar
entre las masas para regresar a ellas con propuestas que concretan lo que de
manera dispersa o latente ya pensaban y deseaban. Sólo quien obedece a las
masas es obedecida por ellas, porque con ello se obedecen a sí mismas, pero no
como una suma de individuos, sino como una totalidad pensante y sintiente.
Hay que repetirle a voces o al oído a Ada lo que ella ya
sabe, ese papel que exigimos que ejerza y que ha de obedecer, puesto que
queremos y necesitamos que nos sirva. la misma evidencia con la que Bertolt Brecht
concluía su poema “Loa al estudio”: “Repasa la cuenta / tú tienes que pagarla /
Estás llamado a ser un dirigente”.