Artículo publicado en El Periódico de Catalunya el 3
de marzo de 2000, con motivo de uno de los juicios contra Pedro Varela, en relación con la Librería Europa, acusada de vender libros
nazis.
LOS MALOS SIEMPRE PIERDEN
Manuel Delgado
No se trata
ahora de discutir sobre los límites que debe tener la circulación de ideas, ni
si todo lo pensado puede o no ser dicho. Ni siquiera es cosa de cuestionar lo
justo de la sentencia que ha condenado a Pedro Varela por lo alarmante de sus
pensamientos en voz alta. Se trata más bien de advertir ciertas paradojas
curiosas que se han dado en relación con ese juicio y con todo lo que se ha
escrito al respecto en los últimos días.
No es por dar la
nota, contrariando lo que todo el mundo parece encontrar indiscutible, pero
alguien debería recordar que hay personajes no muy alejados ideológicamente de
Pedro Varela que merecen, cerca de Madrid, un colosal panteón para ellos solos
llamado Valle de los Caídos. No es por aguar la fiesta de quiénes celebran la
condena de Varela, pero existen importantes ciudades españolas –Burgos,
Palencia, León– cuyas avenidas principales tienen nombres como División Azul,
General Sanjurjo, Generalísimo Franco, José Antonio Primo de Rivera, etc. Ya
ven que cosas, a unos les mandan a la cárcel y a otros, por algo parecido pero
bastante más cruento, les levantan un mausoleo o les dedican una calle.
Tampoco es por
fastidiar, pero alguien debería recordar que se calcula que la llamada
«conquista de América» supuso el exterminio físico de unos veinticinco millones
de indios, en una carnicería que, como saben desgraciadamente los habitantes de
la Amazonia, todavía no ha terminado. No sé si a eso se le puede llamar genocidio
o no, pero lo cierto es que cada 12 de octubre se considera perfectamente
legítimo hacer de aquella «hazaña» una apología por todo lo alto.
Cuesta no
contemplar la escena como una comedia, una representación en la que lo que se
escenifica es el justo y necesario castigo contra una super-malvado oficial,
que está ahí –como en los malos westerns– para que todo el mundo vea que el
malo-malísimo es él, que los buenos son los buenos y, sobre todo, que nosotros
estamos dónde hay que estar : en el bando correcto.