Armatolo pintado por Richard Parkes Bonington en 1825 |
Reseña de la compilación de Julian Pitt-Rivers y John George Peristiany, Honor y gracia (Alianza, Madrid, 1993), publicada en Babelia, suplemento de libros de El País, el 17 de julio de 1993.
PALABRAS COMO RITOS
Manuel Delgado
La colección de artículos reunidos por el recientemente desaparecido John
B. Peristiany bajo el título Honour and
shame (aquí, misteriosamente, El
concepto del honor en la sociedad mediterránea, Labor, 1968) implicó, ahora
hará ya casi 30 años, además de uno de los síntomas del proceso de repatriación
de la antropología europea y de la constitución de la cuenca mediterránea como
nueva área predilecta de estudio, un viaje al interior cultural de nociones
–honor y vergüenza- , cuyo sentido profundo aparecía directamente complicado en
el marcaje de las distinciones simbólicas entre los sexos.
Como una suerte de segunda parte de aquel volumen, aparece entre nosotros Honor y gracia, donde Julian Pitt-Rivers
y, de nuevo, Peristiany reúnen a aquellos mismos autores y escenarios
etnográficos para una puesta al día de sus observaciones de 1965. Así, hacemos
regresar a Peristiany a Chipre para que nos hable de sofrón, una especie de
santo laico encargado de mediar entre lo ideal y lo real en la vida de la
comunidad, mientras John K. Campbell nos devuelve a Grecia para ponernos en
paralelo los avatares de la aventura heroica concebida por Homero con los
enfrentamientos que, a principios de siglo, conociera el Pindo entre los
bandoleros kleftos y la milicia local de los armatoles, leales a las
autoridades turcas.
La aportación española corre a cargo, otra vez, de Caro Baroja, y viene a
ser un apéndice a esa obra maestra suya que es Las formas complejas de la vida religiosa (Akal, 1978). El norte de
África conoce una modificación en sus representantes: le toca el turno ahora a
Raymond Jamous y los bereberes del Rif marroquí. En cuando a Pierre Bourdieu se
detiene en los exámenes de entrada en las escuelas superiores francesas y en la
magia que operan para instituir una personalidad social segregada, brindándonos
un artículo sencillamente sin desperdicio. Las novedades las constituyen los artículos
de Sandra Ott sobre el valor indarra en
el País Vasco; de Maria Pia di Bella sobre clase social y santidad en Sicilia;
de Catherine Lafages a propósito de los ritos de coronación y funerarios en la
Francia medieval, y un excelente trabajo de Emmanuel Le Roy Ladurie acerca de
la lógica del sistema aristocrático en la Corte de Luis XIV.
El núcleo teórico vuelve a recaer en Julian Pitt-Rivers. Aquí da un paso
adelante en su análisis de las nociones de gracia y de honor, al tipificarlos
junto a aquéllas de las que Hubert y Mauss dijeran en 1903, en su famoso ensayo
sobre la magia, que eran palabras que a un mismo tiempo podían ser sustantivo,
adjetivo y verbo, categorías del pensamiento colectivo que conformaban en sí
mismas como un rito. Su misión: unir y separar esferas, imponerle un orden
clasificatorio, a un tiempo social e intelectual, al mundo.
En cambio, Pitt-Rivers no acaba de esclarecer lo que atina a plantear como
un enigma: el escamoteo del concepto de gracia en antropología. La razón es de
orden teológico, y sus consecuencias son lo bastante graves como para entender
su soslayamiento. La noción de gracia circunscribe un dominio, el del reino de
la gracia, que ejerce una oposición central en la escolástica con el reino de
la naturaleza. Esa idea de reino de la gracia se desplaza, de la mano de la
Escuela Franciscana del siglo XIII, al del habitus
creado o gracia creada, y de ahí, poco a poco, a la categoría ya laica de
cultura, aquella que los antropólogos convertirían más tarde en su propia
capital conceptual.
Reconocer ese proceso semántico hubiera sido explicitar como un mero efecto
óptico la pretensión científica que los antropólogos de la religión tienen de
contemplar su objeto de estudio “desde fuera”. No es, por tanto, que la
antropología no haya trabajado apenas la “gracia”, sino que es ese concepto
mismo el que secretamente justifica su propia existencia como disciplina.