divendres, 6 d’octubre del 2017

Alquimias culturales

Uno de los jä’i mäya’bu de El Dexthi y San Juanico, en Izmiquilpan, códigos relativos al destino del pueblo otomí]
Reseña de El pensamiento mestizo, de Serge Gruzinski, traducción de Enrique Folch (Paidós, 2000), publicado en Babelia, suplmento de libros de El País, el 10 de febrero de 2001.

EL PENSAMIENTO MESTIZO
Manuel Delgado
                                                                                     
Para quienes estén convencidos de que la globalización es una cosa reciente y que consiste en una mera cocalización de las costumbres planetarias, consecuencia a su vez de las estratagemas del neoliberalismo mundial, he aquí una obra recomendable. Se trata de El pensamiento mestizo, lo último de Serge Gruzinski, un americanista francés especializado en las transfusiones registradas durante la etapa colonial entre los imaginarios amerindios y europeos. Entre sus obras cabe remarcar De la idolatría (con Carmen Ginzburg) y La guerra de las imágenes, ambas en Fondo de Cultura.

El pensamiento mestizo es un alegato contra la retórica del «mestizaje cultural», en el sentido de que delata cómo ese valor oculta un puro pleonasmo: todas las culturas son, por definición, compuestas; todas son monstruos que resultan de operaciones de pura alquimia. Como se adelantaba, también se desmantela otro lugar común: el de que la llamada globalización es un fenómeno de última hora. Gruzinski aporta evidencias de que el proceso de occidentalización tiene como mínimo tanta edad como la misma expansión imperialista moderna: cinco siglos, la misma que esa venganza de los vencidos que consiste en acabar impregnando los propios sistemas de representación de sus vencedores.

En pos de tal propósito, se nos conduce por un itinerario todo él hecho de contrabandismos culturales, con especial énfasis en las hibridaciones americano-europeas durante el Renacimiento, pero no en exclusiva. Y así, podemos ir de la presencia de los jeroglíficos de los códices de Ixmiquilpán en los decorados de temática sirio-egipciaca de la biblioteca benedictina de Parma a la influencia del spaghetti–western sobre el cine de sables de la China popular, pasando por la influencia del barroco en el arte hopi, el desorden estilístico que se despliega en las películas de Peter Greenaway o los temas de mitología griega presentes en la italianización de los cantos y la danza de los indios mexicanos a partir del siglo XVI.

Pero todas esas metamorfosis, dislocaciones y reinvenciones que aparecen seleccionadas en esta obra no deben ser vistas –nos sugiere Gruzinski– como simples mezclas. Tampoco son escuetas superposiciones o substituciones. Son algo –o mucho– más. Esa argamasa resultante expresa la astucia de las imágenes, su capacidad para copular entre ellas, para abadonarse a la más fértil de las promiscuidades. Son estiramientos, repliegues y espasmos de los que surge otra cosa. Ante lo que nos encontramos es ante verdaderos atractores, que arrastran elementos culturales dispersos e inconexos y de cuyo trabajo resultan síntesis diferenciadas, reorganización de materiales dispares que producen ajustes que son nuevas formas y nuevas funciones. Pruebas elocuentes, al fin, de la reproducción sexuada de las culturas.




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