divendres, 22 de maig del 2020

El maestro agraviado


Artículo publicado en El País, el 18 de septiembre de 1991, acompañando una entrevista a Claude Lévi-Strauss

EL MAESTRO AGRAVIADO
Manuel Delgado

En abril de 1981, la revista Lire publicaba, con motivo de la desaparición de Barthes y Sartre, una especie de cuadro de honor de la intelligentsia francesa, a cuya cabeza se encontraba Claude Lévi-Strauss, seguido de Aron, Foucault, Lacan y Beauvoir. Transcurridos 10 años, el creador de la antropología estructural aparece como el gran superviviente de una edad de oro del pensamiento francés que está claro que el star-system de los maîtres-à-penser actuales no está en condiciones ni de mal imitar.

El problema no es que el resultado de aquella encuesta no esté hoy vigente, sino que es posible que el ascendiente de Lévi-Strauss esté siendo objeto de una suerte de semiclandestinización, consecuencia de los aires que proclaman por ahí la superación definitiva de un movimiento intelectual –el estructuralismo- cuyo rasgo principal es el de no haber existido nunca, y acaso también por la medianía y la impostura que parecen dominar el mandarinato intelectual francés del momento. En estas condiciones, el sentimiento de agravio de un maestro del que se escabulle la omnipresencia está justificado. Hace timpo que a Lévi-Strauss le da por petardear las entrevistas a base de confesar que Heidegger se le cae de las manos, que no sabe lo que quiere decir posmodernidad, que sus opiniones políticas son equivalentes a las de su portera o que no ha leído el venerado La interpretación de las culturas, de Geertz, porque no se lo han regalado. El estilo bilítico de las últimas entrevistas concedidas por Lévi-Strauss tiene, por cierto, una expresión cercana y casi temeraria en la que Alberto Cardín incluye en su Lo próximo y lo ajeno (Icaria, 1990).

Y por si fuera poco, sus propios colegas empiezan a citarle menos de lo debido, rebotados de todo formalismo y encandilados por la retórica y el neopragmatismo de los nuevos etnógrafos a lo Rabinow, Clifford, etcétera, aquellos a los que el maestro les reprochaba no hace mucho haber arrastrado la etnología a la simple literatura. Ha habido entre los más osados incluso quien ha comparado la relación Geertz/Lévi-Strauss con la Peirce/Saussure. Más de lo tolerable.

Brevemente, he ahí algunas de las causas de que el escepticismo lévi-straussiano tienda tanto últimamente a devenir malhumor. A pesar de ello, Lévi-Strauss continúa siendo Lévi-Struss, un autor cuya lucidez le ha llevado a clasificar los problemas del mundo moderno a los que se le enfrenta en: a) aquellos de los que no tiene ni idea; b) los que no entiende; c) los que le importan un bledo, y d) aquellos en relación con los cuales su opinión requiere, para ser valorada, una inversión en una inteligencia inviable para una mayoría.

Ocioso repetir aquí lo que seguro que todos saben: que el autor de Las estructuras elementales del parentesco, El totemismo en la actualidad, El pensamiento salvaje, las dos Antropología estructural, las tres Mitológicas, Tristes trópicos, De cerca y de lejos,  etcétera, es una figura que atraviesa determinantemente todo el pensamiento universal de las últimas décadas. También que gracias a él la antropología ha alcanzado en el país vecino un status casi oracular. Y también que ya vio, antes de la evidencia, que el gran Jean-Paul Sartre había tenido el excepcional mérito de haberse equivocado en casi todo.

… Y que Lévi-Strauss fue –y es- uno de esos raros profetas cuyo mérito ha sido siempre el de saber profetizar lo más difícil: su presente.



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