Pierre Mac Orlan. Al fons, Juliette Greco |
Lo"popular" y lo "culto" en la estética de Lévi-Strauss
Manuel Delgado
Un aspecto interesante de la estética de Lévi-Strauss es que a veces
renuncian a distinguir entre producciones “cultas” o “populares”. Lévi-Strauss
no le pide a las obras que le interesan otra cosa que le permitan pensar y, más
en concreto, pensar el pensamiento, es decir las operaciones intelectuales a
las que se entregan los seres humanos, siempre y por doquier, en orden a hacer
inteligible el mundo en que viven y que, en buena medida, ellos mismos han
creado. Las creaciones artísticas reconocidas al servicio de tal funciòn no
tienen por qué ser siempre “elevadas” o “exquisitas”. Hay un momento revelador
en Tristes trópicos en el que Lévi-Strauss se ve sorpredido por una
melodía que no puede apartar de su mente y que ni siquiera formó parte nunca de
sus gustos musicales: el tercero de los estudios de Chopin, el famoso opus
10, una pieza popular en la que, de pronto, el etnólogo, abandonado a sí mismo
en el Mato Grosso brasileño, reencontraba con fuerza y en una síntesis perfecta
y dolorsa, el mundo del que procedía, todo aquello que había dejado atrás y con
lo que por fuerza debería encontrarse a su regreso.
Algo parecido pasa con sus aficiones cinematrográficas. En una entrevista
concedida a Michel Delahaye y Jacques Rivette y publicada
en el número 155 de Cahiers
du cinema, en 1964,
Lévi-Strauss hacia inventario de sus inclinaciones cinematográficas, que
despreciaban el cine “filosófico” a lo Bergman y proclamaba sus preferencias, a
la altura de un Resnais o el primer Buñuel, por westerns como “Los siete
magníficos” o “El hombre de las pistolas de oro”, los musicales de Jacques
Demy, el cine de Hitchocok o films “comerciales” como “Picnic”, con Kim Novak y
William Holden, en el que Lévi-Strauss afirmaba reconocer la estructura de una
ópera.
En la entrevista que le hiciera Didier Eribon –contamos con una versión en catalán: De
prop i de lluny, Orion 93, Barcelona, 1993 [1988])-, Lévi-Strauss
recordaba que entre el alud de elogios que mereciera la aparición de Tristes trópicos, el que más le
conmovió fue el de Pierre Mac Orlan, un autor de canciones populares y escritor
de novelitas de aventuras –algunas llevadas al cine, como “La bandera” o “El
muelle de las brumas”- que el autor de El pensamiento salvaje confesaba
haber adorado cuando era muy joven y que estaba seguro de que si le había
gustado su libro era porque, sin esperárselo, había encontrado en sus páginas
“cosas que venían de él”. En esa misma línea, más adelante, en la misma
entrevista, Lévi-Strauss admitía que su gran pesar había sido siempre no haber
sido capaz de escribir un relato de “de acción”. Es en ese momento que nos
hacía partícipes de la explicación del misterio de los renglones impresos en
itálica en el capítulo VII de Tristes
trópicos, en los que describe una puesta de sol desde la cubierta
de un barco. El trato tipográfico diferenciado era una forma de marcar la
presencia en el libro de lo que había sobrevivido de una frustrada novela de
aventuras exóticas, que abandonó porque “era demasiado mala” y de la que sólo
sobrevivieron el título de la obra –Tristes trópicos– y aquellas pocas
páginas.
Ese
detalle nos brinda la oportunidad de subrayar algo importante, que dice mucho
de la grandeza de un sabio capaz no sólo de admitir sus limitaciones, sino de
situarlas tan “abajo” en la escala de los gustos culturales. Él, que podía entregarse
a disquisiciones sobre la teoría de la equivalencia cromática de las notas
musicales según Louis-Bertrand Castel, que le reprochaba a Michel Leiris su
atrevimiento de colocar a Leoncavallo a la misma altura que Puccini y que se
sentía concernido por las discusiones estéticas en la Academía de Pintura
francesa a mediados del siglo XVII, venía a reconocer que un talento y una
lucidez como la suya, reconocida universalmente como determinante para el
pensamiento contemporáneo, no había alcanzado el nivel suficiente como para
generar un sencillo y apasionado drama de amor e intrepidez, en un escenario
remoto.