"El Niño Jesus dormido en la Cruz", de William Blake |
Consideraciones para Carlos Valladares
SOBRE LA UNIVERSALIDAD ESTRUCTURAL DE LOS MITOS
Manuel Delgado
Qué casualidad que me hables de John Campbell y de su Héroe de las mil caras. Precisamente estaba yo leyendo la edición
que ha hecho Capitán Swing de El poder
del mito, que es la transcripción de la larga entrevista que le hizo Bill
Moyers a final de los años 80 para lo que luego sería un programa de TV de
varios episodios. Interesante, el encuentro se llevó a cabo en el Rancho Skywalker con Georges Lucas como anfitrión, que siempre reconoció la influencia de Campbell en la inspiración de su Guerra de las galaxias.
Me preguntas porque no hay una discusión a propósito de su mitología comparada. La razón es sencilla: simplemente no se considera una perspectiva académicamente seria. No se le tiene en cuenta. Está un poco en la línea de un Otto Rank, por ejemplo, con mucho Jüng y más de espiritualidad difusa, "búsqueda interior" y cosas de estas. Ningún interés.
Me preguntas porque no hay una discusión a propósito de su mitología comparada. La razón es sencilla: simplemente no se considera una perspectiva académicamente seria. No se le tiene en cuenta. Está un poco en la línea de un Otto Rank, por ejemplo, con mucho Jüng y más de espiritualidad difusa, "búsqueda interior" y cosas de estas. Ningún interés.
La mitología comparada heredera de La
rama dorada de Frazer no ha sobrevivido, salvo en la perspectiva estructuralista,
que ha trabajado esa convicción que comparte con Campbell de que existe una
naturaleza universal en la estructura de los mitos. Pero entre una óptica y
otra hay una diferencia irreconciliable, puesto que lo universal en Campbell,
como en Jung, hay que buscarlo en el contenido repetido de los mitos, es decir
en la historia explicita que narran, y para la antropología estructural, es
decir para Lévi-Strauss, aparece en tanto que cualidad lógico-formal.
Para Claude Lévi-Strauss, los mitos no serían la consecuencia sino de
dispositivos organizativos capaces de generar un número en apariencia casi
infinito de producciones narrativas, pero que, en realidad, no hacían sino
repetir un número muy restringido de esquemas básicos. La metodología a emplear
para delatar tales esquemas consiste en, en una primera instancia, la
localización de unidades constitutivas mínimas -los mitemas, emparentados con
los fonemas, morfemas y semantemas de los sistemas lingüísticos convencionales;
nada que ver con los monomitos de Campbell-, frases cortas que traducen la
sucesión de acontecimientos en un mito dado y que atribuyen un predicado a
cierto sujeto, al tiempo que implican una relación o, mejor, un haz de
relaciones. Comparando las diferentes versiones de un mismo mito se obtienen
cuadros que, a su vez, ofrecen correlaciones y permutaciones significativas que
permiten someter el conjunto a operaciones lógicas cada vez más simples, en un
proceso del que se espera pueda concluir en el establecimiento de la ley
estructural que rige el grupo mítico considerado. Este método no sólo aclara la
estructura común a todas las versiones de un mismo mito, sino que permite
seguir el tipo de operaciones lógicas en que se basa el pensamiento mítico,
centradas ante todo en la toma de conciencia de ciertas oposiciones binarias
entre términos inicialmente irreductibles que, por el trabajo racional que el
mito induce, encuentran términos equivalentes que admiten un tercero como
mediador.
El
tema de las generalización de las estructuras basadas en oposiciones
binarizadas que, correspondientes a códigos económicos, parentivos,
geográficos, metereológicos, culinarios, morales, sociológicos, fisiológicos o
de cualquier otra especie, es una constante y a lo largo de toda la obra
mitográfica de Lévi-Strauss no hacemos sino encontrarnos con dinámicas que
enfrentan pares del tipo montaña/mar, río arriba/río abajo, cielo/subsuelo,
invierno/verano, día/noche, continuo/discreto, crudo/cocido, frío/caliente,
pero también filiación/alianza, caza/pesca, endogamia/exogamia, bien/mal,
paz/guerra, etc., todos ellos desembocando y resumiéndose en la dicotomía
central que, en todo momento y sociedad, encara y propone tránsitos entre la
naturaleza y la cultura. Esa labor consiste en desprender nociones abstractas
de categorías empíricas y encadenarlas en proposiciones, desplegando una lógica
que convierte las cualidades sensibles en categorías inteligibles al reducir a
ambas a su naturaleza común de signos.
Una
manera tal de leer comprensivamente los mitos no pretendía tanto saber qué es lo que éstos cuentan, que es lo
que atiende Campbell, como establecer cómo
lo hacen, o, lo que es lo mismo, la gama de maniobras lógico-transformacionales
-conmutaciones, isomorfismos, inversiones, etc.- que le permiten a los sistemas
mitológicos ofrecer los resultados de su labor especulativa. Una labor
parecida, al fin, a la del aficionado al bricolage, que manipula, de acuerdo
con los principios de una arquitectura preexistente, la integridad, los
fragmentos o los restos de cuantos objetos de la naturaleza o de la vida
social, cuantos acontecimientos o cuantas experiencias puedan resultarle útiles
a la inteligencia humana en sus esfuerzos por clasificar significativamente el
universo, liberándolo así de las acechanzas del no-sentido.
En
esa indagación tampoco existe un interés en situar la génesis de los mitos, el
momento de su concepción o sus autores. La lógica mítica no es, para
Lévi-Strauss, ni controlada ni emitida por sujeto alguno, no conoce sino
únicamente versiones de un texto primero que en realidad no existe ni ha
existido nunca, puesto que el motor que impulsa el quehacer mitológico y lo
mantiene en activo no es otra cosa que el propio espíritu humano, que hace de
los relatos un instrumento con que significarse a sí mismo. Se trataría, así
pues, de establecer las pautas gramaticales que permiten funcionar eficazmente
al discurrir mítico como un macrosistema conceptualizador que recurre una y
otra vez al mundo en busca de repertorio que tratar y que obtiene su energía
básica de la exigencia que el pensamiento experimenta de salvar
intelectualmente las paradojas y contradicciones por medio de segregaciones
diferenciales. De esta forma, no son ni los pueblos ni los individuos quienes,
como pudiera parecer, dicen los mitos, sino los mitos quienes se dicen y
dialogan entre sí por medio de la voz que aquellos, sin saberlo, le prestan.
Una mitología así entendida encontraría sin dificultad precedentes claros. A un patrimonio general desde el que el conjunto de su obra se desarrolla -la teoría de la comunicación, las cadenas de Markoff, la cibernética, el comparatismo intelectual aprendido de Frazer y Tylor -ese elemento sí que comparido con Joseph Campell-, las estructuras binarizadas de Morgan, el sociologismo de Durkheim, las prestaciones totales y los principios intercambiarios adoptados de Mauss...-, Lévi-Strauss le suma para el análisis de los mitos otros aportes fundamentales. Empezando por el de los grandes pioneros de la mitografía moderna: Gernet, Grégoire y, sobre todo, Dumézil. Tampoco debe olvidarse el extraordinario ascendente que sobre Lévi-Strauss ejerció la lingüística estructural de Hjelmslev, Benveniste y Jakobson, y, en ese ambiente y para el caso concreto de la mitografía, el análisis que los formalistas rusos, con Vladimir Propp a la cabeza, propusieron de su propia literatura folklórica, poniendo de manifiesto que el contenido de la totalidad de cuentos de hadas compilados podía ser reducido a treinta y una funciones, sustentandas al tiempo por un número también restringido de personajes, cada uno de ellos con un campo de acción asignado.