La foto es de Forrest Walker
La seducción
Manuel Delgado
Es como la publicidad. La seducción se basa en el mismo principio: no se trata de hacer un elogio del producto que se anuncia, sino del consumidor al que va destinado.
Todo funciona a partir de poner en marcha mecanismos de seducción, que siempre consisten en decirle a quien se quiere seducir lo que este o esta quieren escuchar.
Es lo que siempre se ha llamado "hacer la pelota", convertirnos en coachs de aquellos de quienes esperamos aprecio, valoración o amor. Esa es la clave de las palabras de amor: "Estás bellísima", "te necesito", "eres el hombre de mi vida", "no sé haría sin ti", "eres maravilloso". Decir "te amo" es decir "te amor porque te lo mereces". Y es falso. Nadie merece que le quieran.
Nuestra vida consiste en pasarnos el tiempo distribuyendo halagos y lisonjas.
Estamos obligados a ser positivos, negarnos a negar, evitar todo cinismo, hacer creer que hay esperanza y motivos para la alegría. Nuestra relación con los demás consiste en convertirnos en proveedores de ánimo.
En eso consiste lo que llamamos "animación". Somos animadores amateurs, permanentemente levantando el ánimo, mintiendo a los demás, negándonos a decirles que no hay nada que hacer, ocultándoles que son imbéciles, ineptos, inútiles, feos o tontos del culo.
No se nos perdona que no seamos un libro de autoayuda para los demás, siempre dispuestos a ayudarles a crecer y a superación, como si nos importara una mierda si crece o deja de crecer, solo para tenerlo contento y hacerle creer que nos interesa.
No solo son las camisetas, ni las tazas, ni los libros de autoayuda. Son los himnos y las canciones de amor. O de lucha. Escuchen la letra del "Venceremos", de Quilapayún. Es mentira. No venceremos nunca. Siempre nos derrotarán. O las canciones. Mira que dicen chorradas. "Mira que eres linda; que bonita eres", dice Machín". Todas las canciones mienten.
Por cierto, la apoteosis del peloteo al otro son los medios de comunicación. Un líder mediático se pasa el tiempo animando a la gente y haciéndole creer que es maravillosa. Viven del "ese público al que tanto quiero y al que tanto debo". Siempre contentos, siempre animados, animosos y amables.
Terminantemente prohibido decir en público lo que pensamos. Por ejemplo, que todo es una mierda. Cómo me gustaría decirle a cualquier oyente que llama a nuestro programa: "Déjese de tonterías y acéptelo: es usted un fracasado".