dijous, 17 de novembre del 2022

El pasado en el presente

La foto es de Amador Álvarez

Final de Cultura de la violencia y violencia de la historia en Centelles, verano de 1936, Historia y fuente oral, 9 (1993), pp. 103-117

El pasado en el presente
Manuel Delgado

Casi al mismo tiempo que Lévi-Strauss, en aquel mismo artículo citado al principio, invocaba a la figura bifronte de Jano para referirse a la mutua dependencia que historiadores y antropólogos tienen o deberían tener unos de otros, en Oxford, Evans-Pritchard pronunciaba una frase que en sí era toda una ruptura con sus propias raíces en la antropología social británica : “El pasado está contenido en el presente como éste en el futuro”. Casi cuarenta años después, Marsall Sahlins iniciaba su Islas de historia con idéntica percepción : “Tenemos que reconocer teóricamente el pasado en el presente, la superestructura en la infraestructura, lo estático en lo dinámico...”. Entre los textos de Evans-Pritchard y Lévi-Strauss y el de Sahlins se extiende todo un periodo, en absoluto cerrado -màs bien al contrario-, a lo largo del cual antropólogos e historiadores -salvo reductos cada vez menores, casi siempre localizados en el estudio del pretérito cercano- no han hecho sino brindar prueba tras prueba de cómo todo hecho es siempre encarnación de un sistema y de cómo ese mismo sistema es alterable por la acción de los hechos, y también de cómo la historia está ordenada por la cultura del mismo modo que la cultura es igualmente sensible a las transformaciones de las que la historia establece la crónica.

Urgente, pues, disolver, más que superar, la distancia entre oposiciones de las que encontraríamos pocos ejemplos fuera de la cultura occidental : el pasado y el presente, lo estático y lo dinámico, la estructura y el fenómeno. Pero lo más paradójico -y eso es algo que la práctica de la historia oral y del trabajo etnográfico sobre el terreno debería poner en seguida de relieve- es que ese esfuerzo que antropólogos e historiadores llevan a cabo por articular sus saberes tiene, en el fondo, algo de necio. En efecto, la relación directa con el informante pone o sería deseable que pusiera- de manifiesto como esa conciliación entre tiempo y cultura que pretendemos operar en la teoría ya está hecha. La tenemos ante nosotros, viva y encarnada, indiscutible testimonio de cómo la fusión ontológica entre suceso y sistema ya había sido obtenida, mucho antes que en nuestros libros, en la gente. Ese hombre o esa mujer que nos hablan son, ellos mismos y cuanto les ocurre, acontecimientos, lugares en que constantemente, a cada instante de sus vidas -como de las nuestras-, lo que dura se cruza y efímeramente se mezcla, con lo que pasa.