diumenge, 13 de juny del 2021

Jóvenes universitarios oscilantes

La foto es de David Tijero

Fragmento del artículo "Vida de estudiante". En Jorge Larrosa y Marta Venceslao, coords., De estudiantes y estudiosos. Edicions de la Universitat de Barcelona, Barcelona, 2021, págs. 127-149.

Jóvenes universitarios oscilantes
Manuel Delgado
Marta López Moya

Ni que decir tiene que las sociedades que suelen configurar en la actualidad los estudiantes en sus incursiones a otros países hacen más patente ese estilo diferenciado de vida al que llamamos “vida de estudiante", al que añaden un ingrediente de globalización cultural y cosmopolitismo. Así, los estudiantes acogidos a programas como Erasmus, Erasmus Mundus, Sócrates…, están sujetos a dinámicas de movilidad transnacional que les obligan a establecerse en un país distinto al suyo de origen. El período en que permanecen lejos de sus hogares varía de tres meses a un año, dependiendo de la elección de cada estudiante en particular.

El tipo de migración internacional que protagoniza este tipo de estudiantes erasmus se concibe como un fenómeno social singular que resulta y provoca la aparición de realidades sociales cualitativamente nuevas. Eso relativamente, puesto que vendrían a constituir la versión juvenil de los “intelectuales libremente oscilantes” de los que hablaba Karl Mannheim. El tipo de cultura transnacional que encarnan estos universitarios se adecua bastante a la del cosmopolita independiente del que habla Ulf Hannerz, participando de diversas culturas a la vez, de las cuales al menos una tiene dimensión territorial.

La inestabilidad domiciliaria de los estudiantes beneficiarios de ayudas de movilidad internacional obliga a estos a aplicar estrategias en orden a buscar y compartir alojamiento durante el periodo que dura su permanencia en la ciudad que les acoge, lo que hace de ellos inmigrantes de élite, que comparten rasgos con los inmigrantes pobres, como la de establecer redes migratorias de relaciones, que canalizan los destinos y organizan las acogidas. Tal tendencia a la concentración residencial y en lugares públicos de encuentro suele tener efectos que pueden ser estratégicos en la colonización de zonas de ocio y en la composición social de barrios enteros, lo que puede contribuir a dinámicas de turistificación o gentrificación.

Una vez asentados, esta especie de nómadas mundanos afirman un tipo de vida comunitaria como grupo establecida sobre un sistema de relaciones socialmente reguladas, articuladas mediante dos órdenes de temporalidad, tal y como nos ha hecho conocer Daniel Malet Calvo. El primero, determinado por la cotidianidad de los intercambios, los préstamos y la circulación de bienes entre las unidades domésticas erasmus, que sustenta un sistema de reciprocidad con continuos ciclos de circulación de objetos, visitas inesperadas y cadenas de favores. El segundo orden de temporalidad tiene que ver con la organización de encuentros extraordinarios y excepcionalidades festivas, puesto que cualquier motivo es digno de festejo y se convierte en un momento idóneo para favorecer una progresión exponencial de las redes de conocidos.

Estos rasgos convierten el habitáculo en que conviven estos jóvenes en un espacio de contacto intercultural, aunque raras veces interclasista, dado que los moradores suelen proceder de un mismo estrato social, que se correspondería con lo que comúnmente se denomina "clase media", conformada con empleados cualificados, pequeños empresarios, profesionales... Este tipo de espacios son un lugar en que se vivirán experiencias que pueden llegar a tener, para estos jóvenes, un valor iniciático para su itinerario personal y la conformación de su subjetividad, de una manera acaso no muy distinta a como lo era el servicio militar obligatorio para los varones en otra época.

El espacio doméstico que comparten estos estudiantes internaciones es escenario de las dinámicas con que se despliega una realidad compleja, diversa, llena de símbolos e interacciones que reproducen una lógica contemporánea de la idea de habitar en una sociedad que cambia, innova y se moldea a las exigencias de la vida en las ciudades. También es un lugar privilegiado en el que contemplar en qué consiste ser estudiante en el momento actual, pero también ser un tipo particular de joven al que afectan características bien singulares. Por ser joven, le corresponden rasgos culturales propios de una juventud estudiantil urbana de clase media que viaja, tiene preferencias culturales internacionales, hace suyos valores altruistas, cree en la amistad, adopta posturas inconformistas y es solidario con todo tipo de causas, pero, a su vez, es víctima de una incertidumbre generalizada que afecta no solo a su inserción en el mercado laboral futuro, sino a su vida afectiva presente, como todo para ellos, definida por la precariedad.

En el caso de los estudiantes internacionales, esta situación compartida agudiza su vocación crítica con un estatus ambiguo y hasta contradictorio en las relaciones con la sociedad anfitriona. Son individuos a los que se les presuponen capital cultural elevado, preferencias estéticas sofisticadas y adhesión a valores de alto rango, pero, por otra parte, puede ser percibido como una especie de turista académico y con frecuencia se le incluye, con razón o sin ella, en una categoría peyorativa como es la de guiri, aplicada a residentes extranjeros procedentes de países ricos o de clases acomodadas de otros menos desarrollados, a los que se suele reprochar su falta de empatía con la gente local y su enclaustramiento en circuitos sociales endogámicos. Todo ello hace que el alojamiento compartido de este tipo de jóvenes estudiantes pueda antojarse como una especie de laboratorio en el que se juega y experimenta con elementos y atributos de diferentes ámbitos, ilustrativo de distintas problemáticas contemporáneas, que potencialmente se constituye en un espacio creativo de nuevos modos de ser y de hacer.