dijous, 8 d’octubre del 2020

Tres razones para apoyar la independencia de Catalunya

Foto de Marta Pérez

Palabras pronunciadas ante el Comité Central del Partit dels i les Comunistes de Catalunya, el 14 de septiembre de 2012.

TRES RAZONES PARA APOYAR LA INDEPENDENCIA DE CATALUNYA
Manuel Delgado

Creo que el punto de partida es algo en lo que estaremos de acuerdo. En términos de actualidad, es evidente que la movilización del pasado 11 de septiembre tuvo su punto de partida en la voluntad de Convergència i Unió de escabullir su responsabilidad en la depauperación que sufren las clases populares y el desguace general de lo que un día pretendió ser el estado del bienestar. Lo sabemos bien. Pero esa evidencia no puede escamotear otra: la de que, por causas diversas que no puedo resumir y de las que no estoy ni siquiera seguro, las ansias de emancipación nacional han crecido y continuarán creciendo cada vez más, hasta devenir pronto, si no han devenido ya, mayoritarias. A ello hay que añadirle que un crecimiento no menos intenso del nacionalismo español y del descrédito que desde él se proyecta sobre el modelo autonómico, hace que, de todas, nuestra opción actual, la federalista, sea la de más improbable realización en este momento. En cuanto pueda intentaré mostrar este proceso como un ejemplo de lo que en antropología se conoce como "cismogénesis". 

También es cierto que ese aumento incesante de la voluntad de un marco político no dependiente de España y la movilización popular que está conllevando no tiene contrapeso, es decir que no existe una fuerza ni remotamente equivalente que se oponga de manera explícita y menos organizada a ellas. El rechazo a la dinámica independentista en que estamos inmersos –y en la que los y las comunistas participamos el pasado martes, porqué estuvimos físicamente en su expresión en las calles– está relegada aquí, al menos por ahora, a la derecha neofranquista y a pequeños partidos de signo ultranacionalista español. Ese factor aleja la inquietud por un eventual enfrentamiento social entre dos supuestas mitades del pueblo catalán. En la práctica, y en relación con este motivo, existen dos grandes mayorías en Catalunya: la de un amplio espectro catalanista cada vez más escorado a favor de la independencia y la de una masa de ciudadanos/as que al menos en apariencia, y por el momento, se mantienen ajenos e indiferentes al proceso y no le presentan resistencia, lo que de hecho funciona como un visto bueno a la consecución de sus resultados lógicos, es decir a la segregación definitiva del Estado español.

Continuo pensando que la mencionada opción federalista -la nuestra- es la más razonable, pero hay que prever la probabilidad que esa "tercera vía" acabe siendo del todo impracticable. Por mucho que no nos guste, la dinámica de los hechos hará que una bisagra entre neocentralismo y separatismo, a favor de una redefinición federal de la estructura del Estado, no encuentre espacio y quede atenazada e irreconocible entre una dialéctica sí/no, dentro/fuera, que es la que puede arrastrar al hundimiento a los socialistas y a quien quiera escapar de ella, con el riesgo incluso de que quienes se resistan o la ignoren acaben apareciendo alineados con las tesis anticatalanistas. Ni siquiera tenemos la garantía de que una eventual consulta popular vaya a dar cabida a esa alternativa intermedia. En un choque de trenes como el que se prevé, la peor de las suertes es la de quienes tengan la fatalidad de quedar  enmedio. Llegado el caso, la renuncia por insostenibles a las posiciones federalistas a favor de las independentistas en el seno del PCC y de EUiA –que tarde o temprano, ahora o más adelante, se tendrá que producir o cuanto menos plantear– podría estar justificada por como mínimo tres motivos.

1. Impedir a toda costa que CiU parasite a favor de la oligarquía financiera que representa la energía de una mayoría social que es precisamente su víctima. Igual que pasó con el 15M, la tarea de la izquierda revolucionaria es la de tratar de dar sentido crítico y transformador a fuerzas sociales que las circunstancias sociales –no siempre desencadenadas por ella– han puesto en movimiento. Mantenerse al margen y no digamos entorpecerlas es una insensatez y una irresponsabilidad imperdonables. Es decir, se trata de reconocer que se ha desatado un movimiento popular que CiU pudo haber alentado en principio, pero que ahora está claro que se la ha ido de las manos y ya no controla. Sintetizar y racionalizar ese anhelo colectivo y convertirlo en potencia para el cambio no sólo político, sino también social, exige de los/las comunistas una presencia activa en orden a proveerlo de congruencia ideológica y eficacia histórica.

2. Es presumible que la derecha nacionalista gobernante en Catalunya planee convocar pronto elecciones anticipadas. En esa tesitura, la intención de CiU será plantear esa cita electoral como un plebiscito a su favor. Pero, ¿a quién votarán los amplios sectores comprometidos en todo tipo de luchas sociales y víctimas de los recortes pactados por las derechas española y catalana? El PSC aparecerá como un partido debilitado por sus propias contradicciones y no será atractivo ni en nombre de las vindicaciones sociales en curso ni de los sectores unionistas de la población, que preferirán refugiar su voto en la derecha españolista que encarna el Partido Popular. 

La opción política que se enfrente electoralmente a la derecha nacionalista habrá de asumir la tarea de formalizar políticamente no sólo el estado de ánimo independentista, que es ya como un medio ambiente general, sino las luchas contra los recortes en sus diferentes frentes y los contenidos de impugnación del capitalismo implícitos en el 15M, que también estuvieron presentes en la manifestación de la pasada Diada. La proliferación en ella de esteladas con nuestra estrella roja de cinco puntas es una prueba de que una parte importante de manifestantes estaban reclamando una Catalunya no sólo libre, sino también socialista.

La lucha social y de clases deberá ir de la mano de la reclamación independentista, lo que sólo será posible bajo el formato de una alianza de fuerzas políticas en las que el patriotismo de izquierda y su ideario tendrán un papel estratégico, como lo han venido teniendo hasta ahora en la mayoría de movilizaciones populares. La unidad entre las expresiones políticas históricas de la clase obrera y los sectores en lucha y las del independentismo progresista es indispensable para ofrece una alternativa electoral a las pretensiones del nacionalismo catalán de derechas de aprovecharse de una movilización social que le debería ser hostil.

3. Otra razón importante para acabar con la indefinición y asumir la independencia nacional como objetivo propio, es la de la urgencia clarificadora. Se trata de lo siguiente: el escenario natural para la acción política de la izquierda es la lucha de clases y la pugna por poner el aparato de poder al servicio de las necesidades de las mayorías, y no de una minoría privilegiada como hasta ahora. Ese marco –lucha de clases y por el Estado– aparece hoy permanentemente distorsionado aquí por lo que podríamos llamar el “factor nacional”. Ese elemento se introduce como una cuña en los combates y los discursos sociales, desfigurando sus reclamaciones y obligándolas a pasar por un filtro sentimental que concilia clases sociales con intereses antagónicos.

Además, el discurso nacionalista conservador en Catalunya aparece infectado por todo tipo de connotaciones románticas, esencialistas, cuando no abiertamente racistas, connotaciones con las que los y las comunistas no podemos estar sino en guerra abierta.  Tanto por ese factor distorsionador como por las implicaciones reaccionarias que se derivan de cierta manera de entender la “cuestión nacional”, liberarse de ella es algo de la máxima urgencia. En el momento actual, es prioritario aliviar ese lastre y restablecer como eje el derrocamiento del capitalismo. Para ello es indispensable desactivar los argumentos nacionalistas, lo que –aunque pueda antojarse paradójico– sólo es posible hoy en un contexto de independencia total de la nación catalana. Es en ese marco en el que la derecho nacionalista no tendrá más remedio que devenir derecha a secas y la izquierda independentista será o podrá ser simplemente de izquierdas. En otras palabras, lo que se debe oponer a unos nacionalistas catalanes que han sido tradicionales aliados de la peor derecha española, responsables de la ruina de la sociedad y profundamente reaccionarios en su ideología, es la lucha por una Catalunya liberada de España, pero sobre todo de ellos.