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ELOGIO DE LA AMBIGÜEDAD
Manuel Delgado
En 1947 Simone de Beauvoir publicaba su Por una moral de la ambigüedad, larga reflexión sobre la irreductible ambigüedad de la existencia humana, lo que resulta de enfrentarse con la complejidad y con «el peso oscuro de las otras cosas». La ambigüedad surge, decía Beauvoir, de reconocer que el sentido de la vida no está nunca fijado, que se ha de conquistar incesantemente. Más de medio siglo despúes, un antropólogo, Marc Augé, aplica los rudimentos de su oficio –máquina de comparar, relativismo, puesta a distancia– al mundo contemporáneo, para llegar a un elogio parecido de aquella misma ambigüedad, que no tiene nada que ver con la ambivalencia, sino que se asimila a lo que no es ni verdad, ni mentira, sino otra cosa, justamente lo que se niega a dejarse calificar y clasificar, lo que rebasa lo dado, al mismo tiempo que lo niega. Esa ambigüedad encuentra hoy su gran refugio en la ficción, entendida como lo que no es auténtico, sin ser por ello falso: lo imaginado.
Cuando Augé, forjado en una larga experiencia sobre el terreno en África, dirige su mirada a su/nuestra propia sociedad, lo que obtiene y nos devuelve es algo no sustancialmente distinto de lo hallado allí, en las culturas llamadas exóticas: cosmologías, universos que se esfuerzan por resultar coherentes y en que los relatos permiten llevar a cabo el tránsito entre lo pensado y lo vivido, lo individual y lo social, mezclando las cosas imaginadas con imágenes cosificadas.
¿Cuáles son esos mundos que los seres humanos construyen, seguramente para protegerse de lo real? Aquí Augé nos conduce por una suerte de itinerario reflexivo. Su primer escenario –la primera parte del libro, «Ficciones»– son acontecimientos mediáticos a los que se somete a un análisis lúcido e irónico: el Tour, la celebración de la victoria de Francia sobre Croacia en el Mundial de fútbol, la muerte de Lady Di, los funerales de Philippe Yacé –el que fuera presidente de Costa de Márfil. También asuntos que ya habían motivado las disgresiones del autor en obras anteriores –todas las publicadas hasta ahora por Gedisa: de Travesía por los jardines de Luxemburgo a Las formas del olvido–, como la espectacularización de los entornos urbanos, el papel de los objetos de arte y diseño en las nuevas representaciones de la realidad, o meditaciones del etnólogo acerca de sí mismo y el lugar de su profesión en un mundo desgarrado entre tendencias globalizadoras y vértigos fragmentadores.
La segunda parte –«¿Qué está ocurriendo?»– es, en esa misma dirección, un ejercicio estilístico en que, parodiando en cierto modo el diario de campo antropológico, Augé desmenuza su vida cotidiana y muestra cómo las ficciones se cuelan por sus intersticios y la colonizan. Se cierra así –y por ahora– el círculo propuesto por el autor desde los tiempos de sus trabajos africanistas –Théorie des pouvoirs o Pouvoirs de vie, pouvoirs de mort, ambos inéditos en español, por cierto– hastas sus golpes francos en los «panoramas de la actualidad». La conclusión: en todos sitios, seguramente en todas las épocas, los seres humanos se pasan toda su vida explicándose unos a otros historias nuevas, historias que, por lo demás, suelen ser siempre las mismas.